Miguel Ángel Valero
10 de noviembre. Es la fecha en la que, en una nueva demostración del TACO (Trump Always Chickei Out, Trump siempre se acobarda), el presidente de EEUU ha extendido el plazo para imponer aranceles a China por 90 días adicionales. Actualmente, EEUU cobra un arancel del 55% sobre las importaciones chinas.
Pero los datos revelan que China está encontrando formas de sortear el impacto de estas medidas. Mientras que las exportaciones hacia EEUU cayeron un -21,7% interanual en julio, las ventas dirigidas a la UE crecieron a ritmos del 9,2% en el mismo período, lo que sugiere una reorientación estratégica de los flujos comerciales chinos hacia mercados menos penalizados.
En paralelo, Trump ha deslizado su intención de aplicar un impuesto del 15% a las exportaciones de chips fabricados por Nvidia y AMD. Las dos empresas han aceptado ceder el 15% de sus ingresos procedentes de la venta de chips de IA en China, en concreto los procedentes de los modelos H20 y MI308 al Gobierno estadounidense como condición para obtener licencias de exportación.
Estos chips son versiones avanzadas diseñadas para aplicaciones de IA y, aunque no representan la vanguardia tecnológica más avanzada –como la arquitectura Blackwell de Nvidia– siguen siendo componentes altamente valorados en el sector por su capacidad para impulsar modelos de inteligencia artificial. Los rumores apuntan a que incluso podría permitirse la venta de una versión “descafeinada” de la arquitectura Blackwell.
La noticia, no obstante, no está exenta de polémica ante las dudas legales que suscita la operación. Y es que el hecho de cobrar un porcentaje de las ventas en China podría constituir un impuesto a la exportación, aspecto expresamente prohibido por la Constitución de Estados Unidos en su artículo 1, sección 9, cláusula 5. Esta prohibición está expresamente respaldada además por la Corte Suprema, la cual ha interpretado la Cláusula de Exportación como “libertad de cualquier impuesto que grave directamente el proceso de exportación”.
Desde Pekín, las autoridades han respondido con cautela a estas medidas de presión, sugiriendo que las compañías locales deberían reducir su exposición a los semiconductores estadounidenses.
Este cruce de medidas y declaraciones vuelve a poner en primer plano la fragilidad del equilibrio comercial global. En ese sentido, la tregua de 90 días ofrece una nueva ventana de oportunidad para que las dos principales potencias alcancen un acuerdo, aunque no estaremos exentos de sobresaltos en el camino.
La prórroga de 90 días en la guerra arancelaria entre EEUU y China evita, de momento, que los aranceles se disparen hasta niveles del 145% y 125% respectivamente. Washington mantiene un 30% sobre las importaciones chinas y Pekín un 10% sobre productos estadounidenses, con gravámenes específicos para sectores sensibles como los chips y, sobre todo, las tierras raras.
El analista Pablo Gil explica en The Trader que "aquí está la clave: China casi tiene el monopolio de la producción mundial de estos materiales esenciales para la defensa, la tecnología y las energías limpias, algo de lo que EEUU no puede prescindir. Esa ventaja estratégica le permite mantener el pulso con Trump sin ceder en las cuestiones estructurales que dividen a ambos".
En esta prórroga, Trump ha exigido a Xi Jinping más compras de productos agrícolas y un mayor acceso de empresas estadounidenses al mercado chino, mientras que Pekín ha pedido la reducción de aranceles sobre tecnología y la eliminación de restricciones a sus exportaciones de alta gama. El acuerdo provisional ha dejado a ambos con concesiones parciales: China permitirá la entrada de chips estadounidenses pagando un 15% de arancel y EEUU reducirá gravámenes sobre ciertos bienes de consumo, pero las grandes disputas —subsidios industriales, propiedad intelectual y control de exportaciones estratégicas— siguen intactas.
Mientras tanto, Pekín no pierde el tiempo y refuerza sus lazos con países a los que Trump ha castigado con aranceles, como Brasil. El comercio bilateral entre ambos crece a doble dígito, con el agro como protagonista, y las relaciones políticas están “en su punto más alto de la historia”, según Lula da Silva y Xi. "China entiende que esta tregua no es paz y que la verdadera batalla se libra en construir alianzas y asegurarse mercados alternativos. Y ahí, por ahora, va un paso por delante", subraya.
Pedro Sánchez va por libre con China en la UE
En medio de la pugna entre EEUU y China, la Unión Europea (UE). La visita de Ursula von der Leyen a Pekín ha dejado más preguntas que respuestas. Lejos de limar asperezas, la presidenta de la Comisión Europea se encontró con un Xi Jinping inflexible. El tono fue frío, la tensión evidente y los acuerdos prácticamente inexistentes. Bruselas denunció un déficit comercial “inaceptable” de 305.000 millones€, reclamó a Pekín un acceso más justo al mercado chino y exigió el fin de represalias contra productos europeos como la carne de cerdo o los cosméticos. Además, la UE aprovechó para reiterar su preocupación por los derechos humanos en Xinjiang y Hong Kong, y para presionar a China en su relación con Rusia.
Frente a este discurso firme y crítico, destaca la postura del presidente español Pedro Sánchez. Apenas cien días antes había viajado a Pekín en una visita que, según Moncloa, estaba coordinada con Bruselas, aunque los hechos lo desmienten. Mientras Von der Leyen hablaba de distorsiones sistémicas y exigía reciprocidad comercial, Sánchez optaba por un mensaje conciliador. Promocionó acuerdos en el sector porcino, celebró avances en medicamentos y evitó toda referencia a los derechos humanos o a la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania.
En su afán por atraer inversiones chinas —como una posible planta de vehículos eléctricos—, se mostró como un socio más próximo a los intereses de Pekín que a los del bloque europeo. Este desmarque no es nuevo, pero se ha intensificado con el reciente acuerdo del Gobierno español con Huawei, adjudicando a la tecnológica china el almacenamiento de escuchas telefónicas judiciales por más de 12 millones€.
Un movimiento que ha desatado una tormenta en Bruselas. La Comisión Europea lleva dos años alertando del “alto riesgo” de espionaje que suponen Huawei y ZTE, recomendando su exclusión de infraestructuras críticas. España, lejos de seguir estas directrices, ha ido en dirección contraria, desafiando abiertamente las recomendaciones comunitarias. Para la UE, esta decisión no solo compromete la seguridad nacional, sino que expone a toda la Unión a riesgos innecesarios.
Bruselas no se explica el comportamiento del Gobierno español. Considera que la renovación del vínculo con Huawei es un acto incomprensible y potencialmente dañino. Más aún, cuando la relación con China atraviesa un momento delicado, con fricciones comerciales, estratégicas y geopolíticas en aumento.
"Sánchez juega a dos bandas: pide protección a la UE frente a la guerra comercial con EEUU, pero busca trato preferente en China actuando al margen del consenso europeo. Y no se trata de un juego nuevo: en el seno de la OTAN, España ha seguido una lógica similar, solicitando la protección del paraguas militar aliado sin estar dispuesta a cumplir con los compromisos de gasto en defensa que han aprobado todos los miembros. Puede que esta estrategia le funcione a corto plazo en términos económicos o diplomáticos, pero políticamente está erosionando la credibilidad de España dentro del bloque. Mientras Von der Leyen intenta presentar una Europa unida y coherente frente a Pekín, los gestos del presidente español socavan esa imagen. Y lo hacen justo cuando la UE más necesita hablar con una sola voz", opina Pablo Gil.
España se arriesga a quedar aislada dentro de la Unión si continúa privilegiando acuerdos bilaterales que contradicen la estrategia común. En un contexto global cada vez más polarizado, no es momento para ambigüedades. La credibilidad de Europa —y la de sus miembros— está en juego. En paralelo, Pedro Sánchez parece estar reorientando su política exterior hacia países más afines ideológicamente, alejándose del núcleo duro europeo tras el giro hacia la derecha que ha experimentado la UE el último año.
Durante su séptima gira por América Latina en julio de 2025, visitó Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay, donde coincidió con líderes progresistas como Gabriel Boric, Lula da Silva, Gustavo Petro y Yamandú Orsi en la cumbre Democracia Siempre. Esta línea también se ha dejado ver en la proximidad mantenida con el régimen de Nicolás Maduro, en parte canalizada a través de la figura del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, cuya mediación y apoyo al Gobierno venezolano ha sido objeto de controversia en Europa.
A ello hay que añadir sus recientes gestos hacia China, que refuerzan la percepción de que está priorizando vetas internacionales ideológicas frente al consenso europeo.
"Sin embargo, mientras España siga formando parte de la Unión Europea, el presidente del Gobierno no debería olvidar quiénes son sus verdaderos socios estratégicos y económicos. Priorizar afinidades ideológicas por encima del consenso europeo puede generarle fricciones cada vez más profundas con sus aliados naturales dentro del bloque", avisa Pablo Gil.
Datos económicos decepcionantes
Mientras tanto, los datos económicos de China en julio, los primeros en poner de manifiesto el efecto combinado de la actual crisis de la demanda interna y los efectos de los aranceles estadounidenses sobre la demanda externa de productos chinos, fueron decepcionante en todos los ámbitos, desde las ventas minoristas hasta la producción industrial y la actividad inversora. El IPP registró su 34º mes consecutivo de deflación y el IPC se situó en el 1% o por debajo de este nivel por trigésimo mes consecutivo. El crecimiento del crédito también fue más débil de lo esperado, lo que sugiere una menor actividad inversora por parte de las empresas.
Aunque los datos refuerzan los argumentos a favor de un estímulo fiscal, Ronald Temple, estratega jefe de Mercados en Lazard AM, no espera medidas significativas por parte del Gobierno central este año.
Para los expertos de UBP, la inflación probablemente se mantendrá baja en China durante los próximos meses, probablemente por debajo de los objetivos oficiales