Se disparan los ciberataques chinos a infraestructuras críticas de EEUU

Miguel Ángel Valero

Mientras los titulares están centrados en los nuevos aranceles entre EEUU y China, hay movimientos mucho más preocupantes que se están desarrollando en el ciberespacio, cerca de Taiwán, y en los astilleros militares chinos. James Stavridis, almirante retirado de la Marina estadounidense y excomandante supremo aliado de la OTAN, alerta sobre cinco indicios clave que sugieren que podríamos estar acercándonos a una confrontación militar directa entre las dos principales potencias mundiales.

El primero de estos signos es el aumento de ciberataques dirigidos a infraestructuras críticas de EEUU como puertos, aeropuertos y servicios de agua. Programas como Volt Typhoon y Salt Typhoon, atribuidos a Pekín, evidencian no solo la capacidad de China para llevar a cabo ciberataques sofisticados, sino también su voluntad de emplearlos como herramienta de presión y desestabilización.

En segundo lugar, la presión aérea sobre Taiwán se ha intensificado. En 2024 se registraron más de 3.000 incursiones de aviones chinos en la Zona de Identificación de Defensa Aérea taiwanesa, casi el doble que el año anterior. Estas acciones buscan desgastar las defensas taiwanesas y normalizar una presencia militar china constante en la región.

El tercer elemento de tensión es el incremento de operaciones chinas en el Mar de China Meridional. Pekín no solo reclama soberanía sobre gran parte de estas aguas, sino que ha construido islas artificiales con bases militares que sirven para hostigar a países vecinos como Filipinas.

La creciente cooperación militar entre Manila y Washington podría convertir un incidente local en un conflicto regional de grandes proporciones.

El cuarto punto es la carrera de construcción naval. China está produciendo entre 20 y 30 buques de guerra por año, y su flota ya supera en número a la estadounidense. Pekín sabe que una eventual guerra con EEUU por Taiwán sería eminentemente marítima, y está preparando sus fuerzas en consecuencia.

"La dimensión económica del conflicto no puede ignorarse. Los nuevos aranceles impuestos por ambas partes recuerdan a las sanciones comerciales que precedieron al ataque japonés a Pearl Harbor en 1941. China comienza a restringir el acceso a tierras raras y minerales críticos, sobre los que tiene un dominio casi absoluto. La escalada comercial podría actuar como catalizador de un conflicto abierto si las medidas de represalia se intensifican", señala el analista Pablo Gil en el número 100 de The Trader.

"La historia está llena de guerras que comenzaron por incidentes menores, pero se descontrolaron rápidamente. Las cuatro señales que alerta Stavridis son solo una advertencia de lo que podría acabar siendo un conflicto de consecuencias impredecibles. Los dirigentes políticos deberían prestar atención a estas advertencias para evitar a toda costa que se repita la historia", concluye.

Creciente concentración de poder en EEUU

La palabra “dictadura” suena extrema cuando se habla de EEUU. Pero basta observar con atención lo que está ocurriendo para darse cuenta de que lo impensable está dejando de ser imposible. Bajo la Administración Trump, el país ha empezado a recorrer un camino preocupante, donde las bases democráticas se ven erosionadas por decisiones autoritarias, desprecio por las instituciones y una creciente concentración de poder. 

No es un proceso abrupto ni evidente a primera vista, pero avanza con firmeza. Los ejemplos se acumulan: se ignoran órdenes judiciales, se persigue a opositores, se expulsa sin garantías legales a residentes 'con papeles', se castiga a universidades críticas y se despide a funcionarios que cuestionan al orden establecido. Todo ello genera una mezcla de incredulidad y parálisis que impide reaccionar a tiempo.

"El poder ya no se ejerce con los límites tradicionales. La impunidad es la norma, y la arbitrariedad, la herramienta", subraya Pablo Gil. Trump no disimula su voluntad de controlar todos los resortes del poder y no rendir cuentas. Y lo más inquietante: la población, en gran parte, asiste como espectadora pasiva. El deterioro institucional es evidente, pero se normaliza. Se ignoran las señales de alarma bajo la falsa idea de que "esto no puede estar pasando". 

"Así mueren las democracias: no con tanques en la calle, sino con decretos firmados en despachos y discursos que banalizan la  Constitución. Por desgracia, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que en el propio, y por eso señalamos los desmanes del presidente americano, mientras ignoramos lo que ocurre a nuestra mesa, donde el poder personalista ha alcanzado cotas inimaginables, se persigue a la prensa que no comulga con la ideología del que gobierna, se colonizan las instituciones públicas independientes, se nombran a dedo cargos afines al poder en empresas que supuestamente se rigen por las leyes del libre mercado, se politiza el poder judicial sin reparos, e incluso, se cuestiona la constitucionalidad de aquello que no sirve al propósito de quien gobierna", opina Pablo Gil.

"Da igual si los gobernantes de ahora prometen una cosa y luego hacen justamente lo contrario. Gozan de impunidad y actúan con total libertad ante una sociedad anestesiada que asiste al espectáculo como si se tratase de un mal sueño", insiste este experto.

Trump convenció a su electorado de que podría manejar a Putin, presentándose como un líder capaz de resolver el conflicto en Ucrania en apenas 24 horas. Sin embargo, lo que ha quedado claro hasta ahora es que la única relación sólida es la que une a Xi Jinping con el presidente ruso. La cercanía entre Moscú y Pekín se ha reforzado mientras Rusia da largas a cualquier intento de acuerdo de paz con EEUU, justo en el momento en que Trump esperaba anotarse un triunfo diplomático. 

En lugar de avances, el proceso parece estancado o incluso cerca de desmoronarse. La idea de que bastaba con un cambio de liderazgo en Washington para desbloquear la guerra ucraniana se está desvaneciendo con rapidez.

China se presenta como un socio fiable frente al caos de Trump

Mientras en Washington se multiplican los gestos autoritarios, en Asia se despliega una estrategia muy distinta. Xi Jinping ha encontrado en el caos estadounidense una oportunidad de oro. Durante una gira por Vietnam, Malasia y Camboya, ha capitalizado el miedo regional al proteccionismo de Trump para tejer una red de acuerdos económicos que refuerzan la influencia china. Le está bastando con una sonrisa y un discurso moderado para situarse como el socio fiable frente al desorden americano. 

Pekín está logrando lo que parecía impensable: firmar decenas de acuerdos en países que, hasta hace poco, miraban con recelo su expansión. Lo hace con pragmatismo, incluso aparcando conflictos territoriales, y ofreciendo desarrollo, inversión y estabilidad. Es la paradoja del nuevo orden mundial: ver a la dictadura de China abanderando el libre comercio mientras EEUU levanta barreras. 

El efecto Trump ha conseguido lo impensable, convertir a China en una alternativa atractiva, tanto económica como geopolíticamente.

"Quizá, al contrario de lo que pretende Trump, el aislamiento no fortalece a Estados Unidos, sino que lo debilita. En su intento de 'proteger' al país, está dejando el campo libre a su principal rival estratégico. China, con serenidad y cálculo, avanza casilla a casilla en un tablero que hasta hace poco dominaba Washington. La historia dirá si este movimiento fue una jugada maestra... o un error histórico de Occidente", concluye Pablo Gil.