Trump refuerza la alianza entre China, India y Rusia

Miguel Ángel Valero

La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Tianjin ha servido para escenificar un cambio geopolítico que se acelera: la presión de Donald Trump está empujando a India a estrechar lazos tanto con Rusia como con China, dos socios con los que mantiene relaciones complejas, pero ahora imprescindibles.

El telón de fondo es evidente. Washington castigó a Nueva Delhi con un arancel del 50% a sus exportaciones por mantener las compras de crudo ruso, acusándola de financiar la guerra de Putin. La medida ha revelado hasta qué punto India no puede depender de EEUU y ha precipitado un giro hacia alternativas que le aseguren energía, mercados y tecnología.

En Tianjin, Modi selló compromisos con Xi y con Putin que van más allá de las fotos. Con Rusia, reafirmó la “relación especial”, mantuvo abiertas las compras de petróleo con descuento —casi 140.000 millones$ desde 2022— y exploró ampliar la cooperación en fertilizantes, espacio y seguridad. Con China, acordó reanudar vuelos directos, establecer un marco de seguridad fronteriza, y aumentar el comercio, garantizando acceso a insumos críticos como semiconductores y tierras raras, a cambio de abrir su mercado de 1.400 millones de consumidores a la sobrecapacidad tecnológica de Pekín.

Para Moscú, la cumbre trajo además un triunfo estratégico: Gazprom anunció la firma del acuerdo jurídicamente vinculante para construir el gasoducto Power of Siberia 2, que atravesará Mongolia y permitirá enviar hasta 50.000 millones de metros cúbicos de gas al año a China durante tres décadas a precios inferiores a los europeos. Es un salvavidas para Rusia tras perder a Europa como cliente principal y una fuente estable de energía barata para China.

El comercio bilateral entre Moscú y Pekín ya alcanzó un récord de 245.000 millones$ en 2024, un 68% más que en 2021. La firma del nuevo gasoducto, junto al compromiso de los socios de crear un banco de desarrollo bajo el paraguas de la SCO, refuerza la posición de China como mediador y arquitecto de un nuevo entramado económico alternativo al G7.

Cada parte gana. Rusia encuentra en Asia la salida a sus exportaciones de energía. China consolida su rol de proveedor indispensable y potencia regional con capacidad financiera propia. India asegura petróleo barato y acceso a tecnologías clave para sostener su industrialización en plena presión de Washington.

Para Trump, este acercamiento es un desafío directo. Sus aranceles han unido a tres socios que difícilmente habrían profundizado tanto sin la presión externa. Puede intentar endurecer sanciones, bloquear tecnología occidental o empujar a Europa a cerrar filas, pero corre el riesgo de acelerar aún más la convergencia entre India, Rusia y China.

El trasfondo es una pugna de bloques. El G7 sigue representando el poder financiero y tecnológico heredado del siglo XX, mientras que los BRICS (fundado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ahora cuenta con una veintena de países, que suman el 40,4% del PIB mundial), reforzados ahora por la coordinación entre Pekín, Moscú y Nueva Delhi, avanzan como contrapeso en materias primas, población y mercados emergentes. Lo que hoy se negocia en Tianjin no es solo cooperación puntual: es la consolidación de un eje alternativo de poder frente a la influencia de EE. UU. y sus aliados.

"La conclusión es clara: la presión de Washington ha conseguido lo contrario de lo que buscaba. Ha acelerado un acercamiento entre tres gigantes que, pese a sus recelos mutuos, han encontrado en la necesidad de resistir a EEUU un terreno común. Ese terreno común ya empieza a redefinir la balanza de poder mundial", señala el analista Pablo Gil en The Trader.

El caso del grafito chino

"Cada vez que un gobierno impone aranceles bajo el pretexto de defender su industria nacional, deberíamos hacernos una pregunta incómoda: ¿y si lo que está destruyendo esa industria es precisamente la medida pensada para protegerla?", insiste Pablo Gil a cuenta de que EEUU anuncia que a finales de este año impondrá un arancel del 93,5% al grafito chino. Sumado a las tasas ya existentes, la carga total podría superar el 160%. 

El problema es que EEUU importa el 100% del grafito natural y el 30% del artificial que necesita. Y China, guste o no, es el principal proveedor de ambos. El objetivo declarado es alcanzar la autosuficiencia en minerales críticos, como el grafito, sin el cual simplemente no hay baterías. 

Pero la pregunta es si tiene sentido cortar el suministro antes de haber desarrollado una alternativa doméstica. De momento, la industria estadounidense no está lista para suplir ese vacío. Y mientras tanto, sectores clave como el de los coches eléctricos corren el riesgo de quedarse sin materia prima, justo en el momento en que necesitan acelerar su producción.

"El mensaje de fondo es inquietante: el proteccionismo mal diseñado no protege, sino que debilita. El sueño de 'América grande otra vez' puede acabar siendo una pesadilla si las industrias que quiere proteger no sobreviven a las propias medidas adoptadas", advierte este experto. 

Pero esto no es solo cosa de Trump ni de EEUU. El nacionalismo económico ya es una tendencia global. Europa también empieza a blindar sectores estratégicos, y China hace tiempo que juega su propia partida. La novedad es que los países en desarrollo, proveedores esenciales de materias primas críticas, han empezado a devolver el golpe. Mali ha confiscado una tonelada de oro a la canadiense Barrick Mining. Níger ha nacionalizado una mina de uranio operada por una empresa francesa. La República Democrática del Congo ha prohibido exportar cobalto desde febrero para forzar el desarrollo de una industria local. Y otros países africanos como Ghana, Botsuana o Nigeria les siguen los pasos.

La cadena de suministro global se fragmenta, y lo hace justo en los eslabones más críticos. Occidente quiere minerales estratégicos, pero los países que los poseen ya no aceptan el viejo reparto de poder. Quieren industria, tecnología y soberanía. Y están dispuestos a poner barreras para conseguirlo.

Esta nueva guerra comercial no solo se libra con aranceles. También se combate con nacionalizaciones, prohibiciones de exportación y una creciente batalla por el control de los recursos. Y en medio de todo ello, industrias como la del coche eléctrico, la transición energética o la inteligencia artificial, que dependen de esos materiales, podrían verse atrapadas en un fuego cruzado del que no todos saldrán indemnes.

China exige a las redes sociales no alentar el mercado alcista

Por otra parte, China está considerando nuevas medidas para enfriar el mercado bursátil ante la preocupación de un posible desplome tras el actual rally. Las medidas propuestas incluyen la reanudación de las posiciones en corto y controles más estrictos sobre el uso de fondos prestados por plataformas online para operar en Bolsa. 

Las redes sociales también fueron alertadas para que no publiciten en exceso contenidos sobre el mercado alcista y el traslado de depósitos bancarios hacia acciones. 

El objetivo es evitar una reversión abrupta que perjudique a los inversores minoristas, como ya ocurrió en 2015. El presidente de la Comisión Reguladora de Valores de China, Wu Qing, reitera su determinación de garantizar la estabilidad del mercado bursátil y promover la inversión a largo plazo.