Miguel Ángel Valero
EEUU y la Unión Europea están cerca de alcanzar un acuerdo que establecería un arancel del 15%, con ciertas excepciones para productos específicos como aeronaves, bebidas alcohólicas de alta graduación y equipamiento médico. Este tipo se extendería a la mayoría de las importaciones, lo que deja abierta la posibilidad de que el arancel general se aplique también sobre vehículos o sobre los fármacos, cerrando así un foco de preocupación con respecto a los aranceles específicos.
El acuerdo con Japón da más plasticidad a las negociaciones entre Europa y EEUU. La posibilidad de cambio con respecto al arancel sobre bienes específicos es uno de los puntos clave para los negociadores europeos. No obstante, la UE ya está preparada en caso de que las negociaciones no lleguen a buen puerto el 1 de agosto, respondiendo con una tarifa del 30% sobre bienes norteamericanos por valor de 100.000 millones€.
La Administración Trump ha acelerado el ritmo de las conversaciones en esta última semana antes de que expire la nueva moratoria. La firma de un acuerdo con la UE, que contemple reducciones arancelarias similares a las pactadas con Japón, coronaría una semana de éxitos en el ámbito comercial, impulsando los mercados: el S&P 500 ha alcanzado nuevos máximos históricos y el índice Topix ha cerrado en su punto más alto de todos los tiempos.
The Trader: EEUU-UE, al borde del desastre
El analista Pablo Gil muestra en The Trader una visión mucho más pesimista: "Una vez más, la relación comercial entre EEUU y la UE se encuentra al borde del desastre. Donald Trump continúa presionando a Bruselas con amenazas arancelarias que parecen más una imposición que una negociación. El ultimátum es claro: o hay acuerdo antes del 1 de agosto o se aplicará una tarifa del 30% a la mayoría de las exportaciones europeas. Y, por si fuera poco, ya se han impuesto aranceles del 25% a los coches y componentes, del 50% al aluminio, al acero y recientemente al cobre. A lo que hay que añadir las amenazas con nuevos gravámenes a productos farmacéuticos y semiconductores. En total, el 70% de las exportaciones europeas ya están bajo presión".
La estrategia de Trump no deja espacio a interpretaciones: busca aprovechar su poder de mercado para forzar concesiones asimétricas, beneficiando de forma desproporcionada a EEUU. En los últimos meses, su administración ha endurecido las condiciones de negociación, reduciendo las excepciones arancelarias a un puñado de sectores como la aviación, dispositivos médicos y algunos productos tecnológicos. El mensaje es evidente: Europa debe abrir su mercado o asumir las consecuencias. La UE, consciente de que el margen de maniobra es limitado, está dispuesta a aceptar un acuerdo desequilibrado si eso evita un conflicto comercial abierto. Pero esa disposición tiene un coste político y económico que algunos Estados miembros podrían no estar dispuestos a asumir.
El último golpe ha llegado desde Asia. Trump ha cerrado un acuerdo con Japón que establece aranceles del 15% a sus exportaciones, incluidos automóviles y componentes. A cambio, Japón invertirá 550.000 millones$ en proyectos estadounidenses, comprará 100 aviones Boeing, productos agrícolas por 8.000 millones, y aumentará su gasto en defensa con empresas estadounidenses. Además, aceptará vehículos fabricados con los estándares de EEUU sin requerir ajustes normativos adicionales. Incluso ha obtenido una “cláusula de seguridad” que le garantiza no ser tratado peor que otros socios en futuros aranceles sobre fármacos y semiconductores.
Este acuerdo no solo reduce tensiones con un aliado clave, sino que manda un mensaje directo a Bruselas: hay poco margen para discutir. Si Japón, con su peso económico y su histórico superávit con EEUU, ha aceptado estas condiciones, ¿qué puede esperar Europa? Trump ya ha mostrado su preferencia por acuerdos bilaterales, rápidos y contundentes. La posibilidad de imponer unilateralmente un arancel general del 10-15% al resto de socios comerciales está sobre la mesa, y Europa podría ser la siguiente en la lista si no cede.
Desde la perspectiva de la administración estadounidense, esta guerra comercial no es más que una corrección de desequilibrios históricos. Trump sostiene que la UE ha estado beneficiándose durante años de un acceso privilegiado al mercado americano sin ofrecer lo mismo a cambio. En su visión, EEUU ha tolerado durante demasiado tiempo una situación donde el libre comercio no ha sido verdaderamente recíproco. Esta narrativa ha calado entre parte del electorado estadounidense, especialmente en sectores industriales que se sienten abandonados por la globalización. Para ellos, una política comercial agresiva no es solo una estrategia exterior, sino una forma de proteger empleos y recuperar competitividad.
La UE ya prepara contramedidas. Tiene autorizados aranceles por 21.000 millones€ y ha diseñado una segunda ronda de represalias que podría alcanzar los 72.000 millones. El objetivo no es solo responder con la misma moneda, sino atacar bienes sensibles desde el punto de vista político: soja de Luisiana, productos industriales, bourbon de Kentucky, aviones de Boeing. Además, Bruselas contempla usar su arma más poderosa: el instrumento contra la coerción (ACI), que permitiría restringir el acceso de empresas estadounidenses a contratos públicos europeos, o imponer nuevas tasas a gigantes tecnológicos de EEUU. Esta herramienta, aún sin estrenar contra Washington, fue diseñada para situaciones como ésta, donde una potencia utiliza su peso económico como arma de presión.
Mientras tanto, otros socios comerciales clave también han cedido. Además de Japón, Trump ha alcanzado un acuerdo con Filipinas, fijando un arancel del 19% a sus exportaciones. China y el Reino Unido ya han cerrado acuerdos marco con EEUU, aunque aún se desconocen todos los detalles. En cambio, México, Canadá y Corea del Sur siguen bajo presión para renegociar sus pactos. En todos los casos, el patrón es el mismo: una visión unilateral del comercio que descarta el consenso multilateral y apuesta por la presión directa.
Trump parece decidido a rehacer todo el sistema comercial global bajo la lógica de “America First”, sin importar el coste diplomático o económico. El riesgo es que cualquier represalia desate una espiral sin control, con consecuencias imprevisibles para la economía global. Una escalada mutua de aranceles afectaría no solo a las exportaciones e importaciones, sino también a las cadenas de suministro que cruzan el Atlántico en sectores clave como la automoción, la tecnología y la energía. El déficit comercial estadounidense con Europa se ha duplicado este año por el adelanto de importaciones, y una guerra arancelaria podría alterar aún más los equilibrios macroeconómicos, dificultando la lucha contra la inflación y las políticas monetarias de ambos bloques.
Tampoco hay que ignorar el componente geopolítico. Esta nueva crisis comercial ocurre en un momento de tensión global: guerras abiertas en Ucrania y Oriente Medio, rivalidad creciente con China y un sistema multilateral en decadencia. En ese contexto, un enfrentamiento comercial entre las dos economías más desarrolladas del mundo podría tener efectos colaterales sobre terceros países, desestabilizar alianzas y debilitar aún más la cooperación internacional.
Este pulso comercial no es solo una disputa de cifras o aranceles. Es el reflejo del deterioro progresivo del sistema multilateral y del ascenso de una lógica transaccional, donde el poder sustituye al consenso.
"Trump no negocia: impone. Y lo hace desde una posición de fuerza, consciente de que la fragmentación del bloque europeo juega a su favor", remarca Pablo Gil. El acuerdo con Japón consolida su estrategia: ofrecer una salida negociada solo si el socio cede rápido y en sus propios términos. Ahora la amenaza no es teórica, es real. Y pesa más que nunca.
"Europa se encuentra en una encrucijada incómoda. Resistirse puede acarrear represalias inmediatas. Ceder, un coste político interno difícil de sostener. Lo que Trump plantea no es solo una ruptura de formas, sino una pregunta incómoda que Bruselas lleva años evitando: ¿ha sido realmente justa la relación comercial transatlántica? Quizá este choque sea una oportunidad para repensar un modelo de cooperación que, durante décadas, ha funcionado más por inercia que por equilibrio. Pero para ello, Europa necesita algo que hoy escasea: claridad estratégica, unidad política y agilidad diplomática. La clave será mantener la cohesión frente a un socio que juega al desconcierto calculado. El 1 de agosto podría marcar un punto de inflexión. Puede imponerse la diplomacia, el chantaje o una nueva prórroga in extremis, como ya ocurrió antes. Pero si algo ha quedado claro es que Trump ha marcado el ritmo en este juego donde reina el desconcierto programado y donde Europa está obligada a mover ficha", subraya Pablo Gil.
Alphabet, cifras sólidas; Tesla, por debajo de lo esperado
Más allá del ámbito comercial, dos de los 7 Magníficos presentaron resultados. Por un lado, Alphabet mostró cifras sólidas, con un incremento en las ventas atribuible a sus productos de inteligencia artificial. Las ventas alcanzaron los 96.428 millones, lo que representa un crecimiento interanual del 14%. No obstante, la compañía advirtió que atender esta creciente demanda requerirá una mayor inversión en infraestructura, elevando la previsión para 2025 en 10.000 millones adicionales, hasta los 85.000 millones.
Jesse Cohen, analista senior en Investing.com, destaca que Alphabet mostró un sólido rendimiento, superando las expectativas en segmentos clave, especialmente en sus negocios de nube y publicidad. Sin embargo, la confianza de los inversores parece dividida debido al aumento significativo de las estimaciones de gasto de capital de Alphabet, impulsado por inversiones agresivas en infraestructura y capacidades de inteligencia artificial. Si bien el aumento del gasto subraya el compromiso de Alphabet de mantener una ventaja competitiva en tecnologías emergentes, también suscita preocupación por los posibles efectos en la rentabilidad a corto plazo.
Las inversiones en inteligencia artificial están impulsando los fuertes compromisos de gasto de capital de la empresa, aunque el mercado cuestiona el ritmo de monetización.El retorno de la inversión puede afectar inicialmente a los márgenes a corto plazo, pero esperamos que las inversiones mejoren la oferta de productos y la eficiencia operativa en un plazo de dos a cuatro años. Equilibrar estas inversiones con una ejecución eficaz y la innovación será esencial para lograr un retorno de la inversión favorable y mantener la confianza de los inversores.
Por otro lado, Tesla presentó resultados por debajo de lo esperado, con un beneficio por acción un 6% inferior al consenso, debido a una caída del -12% en las ventas. Además, Elon Musk anticipó trimestres complicados para la empresa, como consecuencia de la retirada de los incentivos fiscales a los vehículos eléctricos en Estados Unidos y los posibles sobrecostes derivados de los nuevos aranceles. Sin embargo, confía en que las nuevas líneas de negocio, como los coches autónomos y los robots, serán exitosas en el futuro.
Thomas Monteiro, analista senior en Investing.com, aporta su visión: "Aunque aún están lejos de lo que los fundamentos sugerirían para una empresa de un billón$, las últimas cifras de Tesla despiertan cierto optimismo, lo que indica que lo peor probablemente ya haya pasado, al menos en lo que respecta al negocio principal de los automóviles. Dada la gran cantidad de dificultades a las que se enfrentó durante el difícil segundo trimestre, tanto a nivel interno como macroeconómico, el deterioro de los márgenes parece haberse situado en el extremo inferior de la curva. Si a esto le sumamos la mejora de la dinámica de la demanda cíclica en mercados como China y algunas partes de EEUU, todo apunta a que los resultados anuales podrían no ser tan desastrosos como se esperaba tras un primer semestre catastrófico".
"Esto también demuestra que la empresa ha capeado la tormenta arancelaria algo mejor de lo previsto inicialmente, optimizando la ecuación de producción/entrega en EEUU. Aunque aún no está claro cuál será el impacto de los créditos regulatorios en el tercer trimestre, es evidente que la empresa tendrá que seguir perfeccionando su estrategia de producción en otros lugares para afrontar mejor la segunda mitad del año. Desde esta perspectiva, los recientes anuncios de productos están en consonancia con esas necesidades estratégicas, especialmente en lo que respecta al tan esperado Model 2. Con la entrada de Tesla en el mercado indio y sus esfuerzos por recuperar terreno en China, consideramos que esto podría suponer un cambio radical para el segundo semestre. Teniendo en cuenta todos los factores, y aunque todavía estamos lejos de ver un verdadero apoyo fundamental para el precio actual de las acciones, las perspectivas para el negocio principal parecen algo mejores. Esto podría seguir respaldando la transición a largo plazo de Tesla hacia una empresa totalmente impulsada por la inteligencia artificial y la robótica, que parece ser la apuesta de Musk", añade.