Miguel Ángel Valero
Doble acuerdo en menos de 24 horas. La estrategia negociadora de Donald Trump consigue cerrar dos acuerdos comerciales tras la semana de amenazas epistolares. El acuerdo con Japón es el más relevante –4,5% de las importaciones americanas– y se ha cerrado con unas condiciones sustancialmente mejores que las indicadas en la carta. En primer lugar, se reduce el arancel general del 25% al 15% y, en segundo lugar, esta tarifa afecta a los vehículos y los componentes, que se reducirán del 25% al 15%.
Este giro representa un cambio de paradigma en la dinámica negociadora, ya que hasta ahora los aranceles directos sobre productos –amparados en la sección 232– habían quedado al margen de las conversaciones comerciales.
EEUU y Japón han alcanzado un acuerdo comercial que reduce la tasa arancelaria recíproca del 25% al 15%. Uno de los elementos clave del pacto es que esta rebaja se aplica también al sector automotriz, donde el gravamen específico del 25% se reduce igualmente al 15%. Esta medida responde a una de las principales exigencias de Japón, dado que los automóviles representan aproximadamente el 27% de las importaciones estadounidenses procedentes del país asiático. Además, Japón contará con una cláusula de salvaguardia frente a futuros aranceles sectoriales –como los previstos para semiconductores y productos farmacéuticos–, lo que garantiza que no se le aplicarán tasas superiores a las impuestas a otros países.
A cambio, Japón se ha comprometido a invertir 550.000 millones$ en Estados Unidos, aunque aún no se han definido ni el calendario ni los destinos específicos de dicha inversión. También se ha acordado la compra de 100 aviones de Boeing, un aumento del 75% en las compras de arroz y la adquisición de productos agrícolas y otros bienes por valor de 8.000 millones. Además, Japón incrementará su gasto en defensa con empresas estadounidenses, pasando de 14.000 millones a 17.000 millones$ anuales. Este acuerdo se ha cerrado en un contexto político delicado, con necesidad de acelerarlo ante la posible dimisión del primer ministro japonés.
Por otro lado, con menos importancia, también se cerró un acuerdo con Filipinas, al que impondrá un arancel del 19% frente al 20% indicado en la carta.
Los acuerdos con varias naciones asiáticas –Vietnam, Indonesia, Filipinas, Japón–, el silencio que huele a acuerdo con India y las conversaciones con China la semana que viene, cierran gran parte del frente asiático –salvo Corea del Sur– y reducen las preocupaciones sobre las cadenas de suministro que presentaban las grandes compañías norteamericanas cuya producción se asienta en el continente. Los niveles actuales de gravámenes, aunque son sustancialmente más elevados que a principios de año, traen claridad y un nuevo marco de adaptación.
Ya son seis los acuerdos comerciales alcanzados, si se incluye la tregua temporal con China. En conjunto, los países con los que EEUU ha logrado acuerdos –Reino Unido, China, Vietnam, Indonesia, Japón y Filipinas– representan aproximadamente una cuarta parte del total de sus importaciones.
UE, atrapada en el juego de Trump
Mientras Trump cierra acuerdos, aunque lejos de la promesa de 90 en 90 días, la Unión Europea está atrapada en un juego que no ha elegido, pero al que no puede renunciar. Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca con una agenda clara: castigar a quienes, según su visión, se han beneficiado de EEUU Unidos sin dar nada a cambio. Europa vuelve a estar en el punto de mira. Esta vez, con aranceles generalizados del 30% a partir del 1 de agosto si no se alcanza antes un acuerdo, además de los aranceles particulares que afectarán de lleno a sectores clave como el acero, el aluminio, los vehículos, los medicamentos o la agricultura.
Bruselas, por ahora, solo ha pospuesto su respuesta, tratando de ganar tiempo mientras busca desesperadamente una vía de entendimiento. Von der Leyen, que ha congelado de forma temporal los 21.000 millones en contramedidas previstas, e insiste en su apuesta por una salida negociada. Sin embargo, en los pasillos europeos nadie cree ya que sea posible alcanzar un acuerdo con Trump en tan poco tiempo.
"El problema no es solo de plazos. Es de estrategia. Y de fondo. Europa sigue creyendo en el comercio abierto y en el multilateralismo, mientras que Trump impone su lógica de suma cero, donde solo puede ganar uno, y el otro debe perder. Esta diferencia de enfoques está minando la posibilidad de cualquier acuerdo duradero", señala el analista Pablo Gil en The Trader.
Mientras tanto, la UE no se queda inmóvil. Por un lado, refuerza su capacidad de represalia: ya hay preparada una segunda lista de medidas por valor de hasta 74.000 millones€, que podría activarse en cualquier momento. Por otro, acelera su estrategia de diversificación comercial, tras el acuerdo logrado con Reino Unido.
El reciente acuerdo con Indonesia, anunciado en domingo y con toda la carga simbólica posible, busca precisamente demostrar que Europa sigue siendo un socio fiable, atractivo y con voluntad de liderar una nueva etapa de globalización más inclusiva. Von der Leyen lo calificó como un "gran hito" y recordó que llevaban diez años negociando este tratado.
En paralelo, el bloque intensifica las conversaciones con países también golpeados por los aranceles de EEUUI, como Canadá o Japón, y avanza en tratados con India y otras naciones del Asia-Pacífico. La UE también contempla reactivar acuerdos con Mercosur y México, y está redoblando esfuerzos para concluir un pacto comercial con la India antes de fin de año.
La idea es clara: si Trump cierra puertas, Europa abrirá otras. Esta red de alianzas es clave para preservar el acceso a mercados estratégicos, evitar la dependencia de socios poco previsibles y consolidar su papel en un nuevo orden económico global.
China, el elefante en la habitación para la UE
Los líderes de la Unión Europea buscan fortalecer sus relaciones esta semana con Japón y China, aunque con expectativas muy distintas. Los presidentes de la Comisión Europea y el Consejo se reunirán el miércoles 24 de julio con el primer ministro japonés y el jueves con el presidente chino. En Tokio, se prevé la firma de acuerdos en materia de defensa y seguridad económica, así como una colaboración en el desarrollo de una red satelital de gran escala para reducir la dependencia de empresas estadounidenses como SpaceX.
En cambio, en Pekín no se esperan avances concretos, sino simplemente mantener un diálogo diplomático en medio de crecientes tensiones. Por un lado, el respaldo de China al aparato militar ruso ha generado fricciones. El 18º paquete de sanciones de la UE a Rusia anunciado el viernes pasado incluyó por primera vez medidas contra bancos y empresas chinas. Por otro lado, en el frente comercial, los controles a la exportación de tierras raras impuestas por China han sacudido a las empresas automotrices europeas, lo que también será tema de conversación.
China es el elefante en la habitación. Tras meses de gestos de acercamiento mutuo, las tensiones se han reavivado. Acusaciones cruzadas, incidentes militares, ciberataques, restricciones comerciales y reproches diplomáticos han enfriado lo que parecía un renacer de las relaciones UE-China.
La cumbre del 24 de julio será, con toda probabilidad, una muestra más de las grietas que se abren entre ambos. Pekín ha endurecido el tono, y desde Bruselas se multiplican las críticas a la política de apoyo tácito de China a Rusia en la guerra provocada por la invasión de Ucrania.
En palabras de la presidenta de la Unión Europea, la forma en que China actúe frente al conflicto será determinante para las futuras relaciones con Europa. Además, el uso de la coerción comercial por parte de China, como las restricciones a la exportación de tierras raras o el bloqueo a contratos de empresas europeas, ha hecho saltar todas las alarmas.
Bruselas ha comenzado a preparar medidas de respuesta y está revisando su marco normativo para frenar la excesiva dependencia de suministros críticos de China.
Y, por si fuera poco, dentro de la propia UE las divisiones afloran. Mientras países como Alemania perciben a China como un competidor estratégico con riesgos ineludibles, otros como España parecen más proclives a una relación pragmática con Pekín, lo que debilita la unidad europea en un momento crítico. Esta falta de cohesión interna es, quizás, la mayor debilidad estructural de la UE en este pulso comercial. La búsqueda de una autonomía estratégica choca con la realidad de intereses divergentes entre los Estados miembros.
"La guerra comercial de Trump no solo golpea la economía europea, también pone a prueba su capacidad de actuar con autonomía, coherencia y visión a largo plazo. La UE debe decidir si quiere ser un actor global con peso real o si seguirá siendo un espectador de las tensiones entre las grandes potencias. Para ello, necesita más que buenas intenciones y pactos pospuestos. Requiere actuar con decisión, construir consensos internos sólidos y diseñar una política exterior firme y estratégica. No es solo una cuestión de aranceles. Es una cuestión de credibilidad, de influencia y, sobre todo, de supervivencia geopolítica. En un mundo que se desglobaliza por momentos, donde las reglas se reescriben y los equilibrios cambian con rapidez, Europa necesita estar preparada para jugar su propio juego. Esperar que otros decidan por ella ya no es una opción viable. Es el momento de actuar o 'morir'", apunta Pablo Gil.
Por su parte, el equipo de Natixis CIB, dirigido por Alicia García Herrero, economista jefe para Asia Pacífico, ha elaborado el informe ‘¿Hacia una cumbre entre la UE y China?’, donde se explica que es poco probable que se produzcan avances significativos y que el resultado más probable será una continuación del progreso vacilante de las últimas cumbres.
Tras la pausa de 2024, la cumbre que arranca mañana se celebrará bajo la sombra del regreso al poder del presidente Donald Trump y sus continuas amenazas a la alianza transatlántica. “Este cambio de circunstancias ha llevado a algunos líderes europeos a preguntarse si la UE debería restablecer sus relaciones con China. Pero, hasta ahora, hay pocos indicios de que se vaya a producir una reorientación”, se lee en el informe. Y se destacan varios factores: la cumbre se celebra en China ante la negativa del presidente Xi Jinping de acudir a Bruselas, donde estaba prevista; el presidente chino, además, no asistirá, sino que lo hará el primer ministro Li Qiang; y, además, los preparativos se han visto limitados porque tanto la UE como China han estado ocupadas con sus respectivas negociaciones con Estados Unidos.
Otras señales negativas, según el informe de Natixis CIB, incluyen la imposición por parte de China de controles a la exportación de minerales de tierras raras, insumos esenciales para las industrias europeas de vehículos eléctricos (VE), defensa y energías renovables.
“La Comisión Europea sigue frustrada por la falta de reciprocidad y acceso al mercado por parte de China, las prácticas discriminatorias continuadas contra las empresas europeas y las barreras persistentes a la competencia leal. En consecuencia, la UE se negó a celebrar el habitual Diálogo Económico y Comercial de Alto Nivel con China antes de la cumbre, una clara señal de frustración y escepticismo”, explican los expertos de Natixis.
China reprocha a la UE que se ha negado a levantar sus aranceles sobre los vehículos eléctricos chinos, que actualmente incluyen derechos antisubvención de hasta el 35,3% además de un arancel básico del 10%, medidas que considera proteccionistas.
Parece claro que esta cumbre volverá a terminar sin grandes acuerdos, lo que da a entender que el hecho de que este sea el quinto año sin un diálogo constructivo entre la UE y China podría interpretarse como una realidad estructural, más que como un problema temporal.