Miguel Ángel Valero
Los datos publicados en agosto confirman que la economía china se está enfriando con más fuerza de lo previsto. Tanto la producción industrial como el consumo quedaron por debajo de lo esperado, mientras que la inversión en activos fijos registró su peor nivel desde la pandemia. Los proyectos de infraestructuras apenas avanzaron un 2% y el crédito se contrajo por primera vez en lo que va de año. El panorama es delicado, aunque no todo es negativo: tras años de desplome en los precios de la vivienda, las caídas se han ido moderando desde diciembre de 2024, lo que apunta a un incipiente proceso de estabilización. Además, la tasa de desempleo se mantiene contenida en torno al 5,3%.
En este entorno, el mercado espera nuevas medidas de estímulo. El Banco Popular de China podría bajar tipos si la Reserva Federal también avanza en esa dirección, reduciendo así la presión sobre el yuan. Pero las autoridades dudan en actuar con contundencia: temen que un exceso de liquidez alimente burbujas en una Bolsa que ya ha subido en menos de dos años más de un 90%, tal y como muestra el gráfico.
El dilema para Xi Jinping es claro. El primer semestre, con un crecimiento del 5,3%, dio confianza al gobierno, pero el último trimestre puede ser mucho más débil porque se compara con el estímulo masivo de septiembre de 2024. Y eso deja a China en una encrucijada: si no reactiva el consumo y la inversión, corre el riesgo de no cumplir su meta de crecimiento del 5% para este año; si lo hace con demasiada fuerza, podría inflar desequilibrios financieros aún mayores.
Más allá de la Bolsa, China es la mayor contribuidora al crecimiento global proyectado para los próximos cinco años. Una desaceleración más marcada afectaría no solo a Asia, sino a un mundo que ya sufre el impacto de los nuevos aranceles de Donald Trump.
"China vive un momento de transición complicado. Su modelo basado en la inversión y la exportación se debilita, y la apuesta por el consumo interno no termina de despegar. Y en ese entorno, la Bolsa china no para de subir con la esperanza de nuevos estímulos monetarios y fiscales, con independencia de los problemas de fondo: exceso de capacidad, debilidad inmobiliaria y desconfianza de los hogares. El modelo occidental, donde las Bolsas no reflejan la fortaleza económica, sino un crecimiento sustentado en deuda y estímulos continuos, parece que ha comenzado a calar entre los inversores chinos", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.