Miguel Ángel Valero
Según el último Barómetro de Prácticas de Pago de Estados Unidos elaborado por Crédito y Caución, se observa un clima de incertidumbre empresarial sobre la evolución de las políticas de pago en las operaciones B2B (empresa a empresa) para los próximos meses. Así, un tercio de las compañías asegura no haber experimentado cambios significativos en el período de cobro, mientras otro tercio ha sufrido retrasos y periodos de pago más largo. El resto, asegura haber notado mejoras en la fiabilidad de los pagos de los clientes.
Estas experiencias variadas ponen de relieve el panorama fragmentado del riesgo de pago de los clientes y plantean retos operativos en todas las cadenas de suministro.
Actualmente, casi el 50% de las ventas B2B se realizan a crédito y el 70% de las compañías están aumentando las ofertas de crédito comercial. Además, la mayoría de los proveedores están ajustando sus políticas de crédito para proteger el flujo de caja y mantener la liquidez.
En cuanto a las fuentes de financiación, los préstamos bancarios siguen siendo la principal herramienta, con el 68%, seguida de la financiación de facturas (57%).
Alrededor del 60% de las empresas emplean un enfoque mixto para la gestión del riesgo de pago de los clientes. Este enfoque combina provisiones internas y herramientas externas, como el seguro de crédito comercial, lo que refleja un esfuerzo estratégico por proteger el capital circulante.
De cara a los próximos 12 meses, las compañías se muestran optimistas sobre la evolución de las ventas, aunque temen una reducción en los márgenes comerciales.
El aumento de las exigencias normativas, tanto en cuanto a su alcance como a su complejidad, está incrementando los costes y las presiones administrativas. La volatilidad económica y del mercado constituye otro reto importante, que obliga a las empresas a mantenerse ágiles en medio de la fluctuación de la demanda y el endurecimiento de las condiciones de financiación. Todo ello ejerce una fuerte presión sobre los márgenes y complica las decisiones de inversión.
The Trader: momento de máxima tensión
En ese sentido, EEUU vive un momento de máxima tensión en dos frentes distintos, pero íntimamente conectados: dentro de sus propias fronteras y en el terreno internacional.
En el ámbito doméstico, el país se enfrenta a un nuevo cierre de la administración ('shutdown') por la incapacidad de republicanos y demócratas de alcanzar un acuerdo presupuestario antes del 30 de septiembre, y ya es el tercero que se produce bajo la presidencia de Donald Trump.
Lo que antes parecía una excepción se ha convertido en costumbre: el enfrentamiento político en Washington refleja un clima de polarización cada vez más extremo, que ya no se limita al Congreso, sino que se extiende a la calle y a la sociedad. El presupuesto federal se ha transformado en un arma de presión y millones de ciudadanos quedan atrapados en ese pulso partidista: funcionarios que pueden quedarse sin sueldo de manera temporal, familias que ven cómo se retrasan sus trámites cotidianos y unos mercados que reciben constantes señales de incertidumbre. "La imagen que proyecta EEUU al exterior es la de una democracia capaz de paralizarse a sí misma por falta de consenso político", subraya el analista Pablo Gil en The Trader.
Fuera de sus fronteras, el reto es igualmente inquietante. La guerra comercial iniciada por Trump se ha convertido en un frente sin límites claros: lo que comenzó con el acero, los semiconductores o los vehículos ahora se sigue extendiendo a la madera, los muebles e incluso a los medicamentos, enviando al mundo un mensaje de imprevisibilidad. El último baile de cifras va desde el 10% de aranceles a la madera hasta un 100% a fármacos, lo que obliga a gobiernos y empresas a replantear sus cadenas de suministro sin saber qué sector será el próximo en sufrir un golpe.
Al mismo tiempo, la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania añade un nivel extra de complejidad. Trump ha pasado de mostrarse reticente al envío de armamento a estudiar que Europa compre misiles Tomahawk para entregárselos a Kiev, un giro que fortalece a Zelenski, pero también incrementa el riesgo de escalada con Moscú. En paralelo, su discurso hacia los líderes de ambos países ha sido cambiante: primero fueron las críticas constantes a Zelenski y los gestos de complicidad hacia Putin, para después invertir el tono y hacer justo lo contrario. Esta ambigüedad, lejos de aportar claridad, multiplica las dudas sobre el rumbo geopolítico de EEUU y añade más dudas sobre un tablero internacional ya de por sí frágil.
En ambos frentes, el problema no es solo el efecto inmediato de cada medida, sino la incertidumbre estructural que generan. Dentro, porque los ciudadanos ven cómo la parálisis política puede cerrar su gobierno. Fuera, porque el comercio global se enfrenta a reglas que cambian de un día para otro. La suma de ambos factores dibuja un escenario en el que EEUU, más que liderar con estabilidad, introduce volatilidad que condiciona tanto su política interna como la confianza internacional.
Y, sin embargo, pese a esta mezcla de tensiones, los inversores siguen apostando porque el futuro será brillante. El dinamismo de la economía norteamericana, su capacidad para reinventarse y la fuerza de la innovación (con la inteligencia artificial y la transición tecnológica a la cabeza) pesan más que los riesgos geopolíticos y comerciales.
"La gran incógnita es qué ocurrirá si esa confianza resulta ser excesiva y el choque entre expectativas optimistas y realidades políticas y económicas termina generando una sacudida mucho más fuerte de lo que hoy nadie quiere imaginar", advierte Pablo Gil.