Miguel Ángel Valero
En 2025 estamos presenciando lo que hasta hace apenas unos meses parecía impensable: que los activos europeos se conviertan en refugio para los inversores. La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales desató un flujo masivo de capital hacia la Bolsa, el dólar y los bonos estadounidenses. Pero la euforia duró poco. La guerra de los aranceles y, sobre todo, la manera en que Trump está intentando imponer su criterio tanto dentro como fuera de EEUU han generado un creciente clima de desconfianza.
"Como ya sabemos, los mercados son un termómetro de confianza. Y lo que reflejan la renta variable, el dólar y los bonos es que los inversores comienzan a cuestionar la dirección que está tomando la mayor economía del mundo", subraya el analista independiente Pablo Gil en The Trader.
Europa, que en 2024 aún se percibía como una región estancada, con un conflicto militar enquistado en Ucrania tras la invasión rusa, y una mezcla de ideologías políticas difícilmente reconciliables entre sus principales economías, parecía una apuesta poco atractiva. Sin embargo, en pocos meses esa percepción ha comenzado a cambiar. "No porque Europa haya resuelto sus desafíos estructurales, sino porque la alternativa, Estados Unidos, está dañando su propia credibilidad", apunta este experto.
Prueba de este cambio de percepción es que el euro se ha apreciado deforma consistente frente al dólar, reflejo de un renovado apetito por activos europeos. Las Bolsas del continente, además, están registrando un mejor comportamiento que las estadounidenses en lo que va de año, impulsadas por flujos de entrada constantes. Y todo esto ocurre mientras el coste de financiación en Europa sigue siendo claramente inferior al de EEUU, donde la política monetaria continúa tensionada por la persistencia de la inflación, pero especialmente por el miedo a lo que pueda provocar una guerra arancelaria global.
Entre las escasas noticias positivas del bloque europeo destaca el compromiso para invertir 800.000 millones€ en defensa en los próximos cuatro años y el ambicioso plan alemán de infraestructuras por valor de 500.000 millones para la próxima década. "Son pasos relevantes, pero no resuelven nuestra dependencia militar de EEUU, ni nos blindan frente a represalias comerciales, ni nos protegen de una eventual avalancha de exportaciones chinas desviadas desde EEUU. Además, esas inversiones se financiarán con deuda, amparándose en una relajación temporal de los límites de déficit público", advierte Pablo Gil.
Europa no ha mejorado sustancialmente sus fundamentos, pero en un contexto global cada vez más incierto, a veces es suficiente con parecer el 'menos malo'. El miedo está desplazando al entusiasmo como motor de los flujos de capital. "Y si bien Europa no seduce, EEUU empieza a asustar. Tal vez, por una vez, no es Europa la que ha hecho los deberes, sino el mundo el que se ha desordenado lo suficiente como para hacer de Europa el nuevo refugio provisional", concluye este analista.