02 Oct
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Elio D´Anna, fundador de la European School of Economics (ESE).

En el ámbito de la educación superior en España, el debate sobre cómo adaptar los modelos educativos a las necesidades del mercado laboral actual están a la orden del día. Ya que, en un mundo donde el 72% de las empresas -según una encuesta de ZipRecruiter- priorizan las habilidades prácticas sobre los títulos académicos, es esencial replantearse el enfoque educativo tradicional.

La disminución del interés de los jóvenes por los roles de liderazgo y su creciente preferencia por un equilibrio entre vida laboral y personal subrayan un cambio en las expectativas laborales. Este fenómeno, llamado quiet ambition, refleja una resistencia creciente a estructuras laborales que comprometen el bienestar personal por el éxito profesional.

A pesar de la creciente demanda del mercado laboral por competencias prácticas y adaptativas, como el liderazgo, el trabajo en equipo, la comunicación... muchos sistemas educativos en España siguen enfocándose puramente en la parte teórica de la educación, mientras que en otros países de Europa llevan años apostando por clases más ‘de acción’.

Este desajuste entre lo que se enseña en las aulas y lo que se necesita en el mundo profesionales una brecha que no podemos permitirnos ignorar. Instituciones como la nuestra, basados en el modelo educativo británico, están marcando la pauta en la evolución hacia modelos en los que el desarrollo del estudiante esté en el centro del aprendizaje, y no tanto sus resultados académicos. Esto se consigue a través del diseño programas adaptados a las necesidades del mercado internacional, que abarcan áreas tan diversas como negocios, marketing, política, comunicación y deporte, a la par que realizar cursos destinados a su yo interno, donde el estudiante potencia sus habilidades sociales, emocionales y creativas.

Es fundamental recalcar la importancia de estas habilidades en la educación superior. No solo enriquecen el perfil profesional del estudiante, sino que también potencian su capacidad de innovación, adaptabilidad y liderazgo en entornos profesionales. Esto es un factor fundamental en el mercado laboral actual, donde se valora la autonomía y la capacidad de gestión del cambio. Estas competencias se convierten en elementos diferenciadores para los futuros líderes.

El sistema educativo español y, por extensión, los sistemas educativos globalmente, deben continuar esta transición hacia un enfoque más integral menos rígido. El éxito de esta transformación dependerá de nuestra capacidad para integrar estas habilidades vitales en todos los niveles de enseñanza, asegurando que todos los graduados estén equipados no solo con conocimientos técnicos, sino con una comprensión profunda de cómo navegar y liderar en el mundo contemporáneo.

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