11 Jan
11Jan

Miguel Ángel Valero

Una joven camina hacia el Peine del Viento, en San Sebastián. Recuerda a Eduardo Chillida, que desde niño frecuentaba este lugar. Contempla sus tres esculturas enraizadas en las rocas, en diálogo permanente con el mar y el viento, que han llegado a ser una seña de identidad de su ciudad y de toda la costa del País Vasco. Se pregunta por el escultor y se promete a sí misma ir en su busca.

El resultado es Ciento volando, de Arantxa Aguirre, un documental que ofrece un acercamiento diferente a la figura de uno de los artistas fundamentales del siglo XX, además de celebrar su centenario (se estrena, de la mano de A Contracorriente Films, en las salas de cine el mismo día que hubiera cumplido 101 años). En una carta que el escultor escribió a su esposa, cuenta que ha desechado un proyecto que no le acababa de convencer para intentar hacerlo de nuevo, pues “más vale ciento volando que pájaro en mano”, en contra de lo que recomienda el refranero.

Es un viaje de encuentro con el artista de la mano de Jone Laspiur, una joven donostiarra que se pregunta quién fue el autor del Peine del Viento. Se adentra, en busca de respuestas, en Chillida Leku, el museo de Hernani con su caserío y un espectacular jardín sembrado de esculturas, y se deleita en cómo cambia con el ritmo de las estaciones.

El documental, protagonista en la última edición del Festival de San Sebastián, muestra "el corazón de Eduardo", junto al mar, al que entregó su ‘Peine del viento’, y sobre todo Chillida Leku, el viejo caserío que Chillida restauró junto a Pilar Belzunce. Y que fue la iniciativa más grande y más personal de Chillida, una casa/escultura construida poco a poco y trabajada como cualquiera de sus obras. De este modo, se muestra a Chillida como un constructor de su propia vida. 

En 'Ciento volando' se muestran las texturas, olores, luces y sonidos del Chillida Leku. Chillida decide hacer del hierro su material natural, y desde su San Sebastián natal convertirse en un artista de fama internacional, abierto permanentemente al mundo, pero anclado en sus raíces estuvo permanentemente abierto al mundo (sus esculturas están en una veintena de países).

La actriz Jone Laspiur ejerce de guía para trazar la semblanza del creador a través de conversaciones con quienes le conocieron y con otros que se han aproximado a él tras su muerte de diferentes maneras. Intervienen familiares de Chillida y otros artistas. Destacan su nieto Mikel, trabajadoras del museo y el jardinero Jexuxmari Ormaetxea, que cuida de las catorce hectáreas por las que se reparten las obras de Chillida en este espacio, Figuran colaboradores, expertos en arte y escultores como Koldobika Jauregi, fallecido en junio y al que está dedicada la película.

Arantxa Aguirre filmó este documental entre 2023 y 2024 en cuatro fases para poder captar las luces y colores con las que la naturaleza se expresa en Chillida Leku según la época del año: "También buscamos en qué consistía, dónde estaba, esa ‘luz negra’ de la que hablaba Chillida. Y desde luego los días de lluvia fueron un regalo".

La realizadora madrileña ofrece en 'Ciento Volando'  muchas más visiones de Chillida Leku que las que alguien puede percibir en una sola visita. Incluso, otras que se producen cuando el museo aún no ha abierto, como "esas salidas del sol maravillosas entre la bruma". 

El espectador se encuentra con que le sucede lo mismo que a la directora del documental, un proyecto que le llegó por encargo, que rápidamente hizo suyo, pero que, "paradójicamente", ahora sabe menos sobre Chillida. "Llegas con una idea un poco estereotipada, pero cuando profundizas, te das cuenta de la magnitud de ese artista y de todo lo que te falta, de la inmensidad que hay por debajo, como un iceberg. Para mí, es ahora un enigma más grande. Es lo que pasa con los grandes artistas, que te puedes pasar la vida mirándolos y siguen provocando reflexiones e interpretaciones", explica.

Pero se muestra un artista "lento", con "un nivel de autoexigencia descomunal", que aseguraba que cuanto más largo era el proceso creativo más capaz era de llegar adonde quería, por lo que no se perdía tiempo, sino que se ganaba.

Un Chillida que siempre se hace preguntas, que traslada a sus obras, también a las de otros artistas, como el poeta Jorge Guillén o el filósofo Martin Heidegger, reforzando sus visiones con sus dibujos. Enamorado de la música de Bach y apasionado de los versos de Juan de la Cruz (dicen que recitaba de memoria todos sus poemas), amigo de Luis Martín-Santos, Gabriel Celaya, Joan Miró y Alexander Calder, no le guardó rencor a Pablo Picasso, cuya obra admiraba, pese al plantón que les dio en París a Pablo Palazuelo y al escultor. 

Devoto de su familia (tuvo ocho hijos), su hija Susana, autora de ‘Una vida para el arte. Eduardo Chillida y Pilar Belzunce, mis padres’, su contribución al centenario, cree que el desaire de Picasso influyó en la "gran asequibilidad" que siempre mostró el escultor, "sin ningún tipo de distinción", hacia quien quiso visitarle en Chillida Leku, ese espacio que guarda su legado.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.