07 May
07May

El Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco presenta su 14º informe Discapacidad y Familia. La baja participación laboral de las personas con discapacidad (35,5%) evidencia la necesidad de intervenir desde la infancia. La llegada de un hijo con discapacidad supone un cambio de gran magnitud en la vida familiar, que conlleva nuevas necesidades, ajustes y aprendizajes. 

Las familias con personas con discapacidad experimentan un extra de vulnerabilidad que no se limita al plano económico, sino que a menudo se manifiesta también en forma de agotamiento emocional, falta de comprensión por parte del entorno o sensación de soledad. En este contexto, el apoyo social emerge como un factor clave para favorecer un afrontamiento positivo. Cuando las familias se sienten parte de una red y disponen desde el principio de apoyo profesional y emocional, cuentan con más herramientas para estimular a sus hijos hacia la autonomía, favoreciendo su desarrollo personal y su preparación para una vida independiente. 

Este aspecto es fundamental, ya que, en el fondo, la gran preocupación de los padres y madres sigue siendo el futuro: que sus hijos puedan valerse por sí mismos. Un reto ambicioso, teniendo en cuenta que actualmente, la mayoría de las personas con discapacidad en edad laboral (64,5%) no participan en el empleo, debido a barreras como el desconocimiento, la sobreprotección familiar, la ausencia de itinerarios formativos, o los prejuicios sociales y empresariales. Su tasa de actividad alcanza el 35,5%, una cifra que asciende hasta el 78,5% para el resto de la población, evidenciando una profunda brecha en términos de inclusión sociolaboral.

Entre todos los factores estructurales que explican esta brecha, destaca la falta de herramientas y acompañamiento especializado que muchas familias afrontan desde las primeras etapas de vida de sus hijos con discapacidad. En ausencia de recursos y de una orientación adecuada, es frecuente que no se estimulen de forma plena las capacidades y la autonomía de los niños. Como consecuencia, al llegar a la edad adulta, muchas personas con discapacidad no han alcanzado su máximo potencial funcional, viéndose empujadas hacia la inactividad, la dependencia del entorno familiar o la percepción de prestaciones públicas como vía de subsistencia. Y de ahí su baja tasa de actividad.

Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “La baja participación de las personas con discapacidad en el mercado laboral no es una circunstancia puntual, sino una realidad estructural que arrastramos desde hace décadas. Si queremos revertirla, no hay otro camino que empezar a trabajar desde la infancia. Sin una intervención temprana, continuada y especializada, muchas personas con discapacidad alcanzan la edad adulta sin haber desarrollado las competencias necesarias para acceder al empleo. Hay que apostar por un modelo de acompañamiento integral, sostenido en el tiempo y basado en intervenciones tempranas y personalizadas, que potencie las habilidades de las personas con discapacidad desde las primeras etapas de vida. De este modo se promueven trayectorias vitales más autónomas y participativas, contribuyendo además a revertir patrones de exclusión estructural y a construir una sociedad más inclusiva”.

Este acompañamiento debe iniciarse en la infancia, una etapa especialmente crítica en la que las familias se sienten más vulnerables, necesitando más que nunca orientación, apoyo y recursos.

Fátima López añade: “La percepción de falta de apoyo no siempre se debe a una falta de interés por parte del entorno, sino, en muchos casos, a la ausencia de conocimientos o herramientas para acompañar emocionalmente ante la llegada de una discapacidad al núcleo familiar. Muchas veces, familiares, amigos o incluso profesionales no saben cómo reaccionar o qué decir, lo que puede generar malentendidos que incrementan la sensación de aislamiento. Sin embargo, cuando las familias se sienten escuchadas, comprendidas y acompañadas desde el primer momento, se crea un entorno de confianza que les permite gestionar mejor sus emociones, tomar decisiones con mayor claridad y, sobre todo, fomentar el desarrollo de sus hijos con discapacidad. En ese contexto, la inclusión social y laboral deja de ser una meta lejana y se convierte en un proceso más natural y posible, construido desde el apoyo, la información y la corresponsabilidad".

El director general de la Fundación Adecco insiste: “El acompañamiento y el apoyo social desde el principio, y a lo largo de todo el ciclo vital, son fundamentales para que las familias afronten la discapacidad de forma positiva y puedan impulsar la autonomía y el futuro laboral de sus hijos e hijas. Cuando se sienten arropadas y cuentan con apoyo profesional y emocional, tienen más recursos para estimular su desarrollo y prepararlos para una vida independiente. En cambio, cuando ese acompañamiento no llega y las familias se sienten solas, desbordadas o invadidas por emociones como el miedo o la culpa, es más difícil sostener el proceso, lo que puede acabar afectando, de forma involuntaria, al crecimiento y a las oportunidades de inclusión de sus hijos con discapacidad”.

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