Miguel Ángel Valero
Entre la brumosa Santiago de Compostela, cuando todavía no se ha despertado la Plaza del Obradoiro, el solitario paseante contempla, por un lado, la bandera de Palestina, el símbolo de lo que es capaz de hacer la maldad, el sin sentido, la capacidad que tiene el ser humano de tropezar, una y otra vez, en la misma piedra del odio.
Por otro, emerge la Catedral como proponiendo la solución a los problemas de la humanidad. Majestuosa, iluminadora.
Tras 100 kilómetros entre los impresionantes paisajes de la Ribeira Sacra y del Camino de Invierno, el Camino Cojebro Solidario llega a su meta. Pero no a su final.
A la hora del pulpo, en un patio del Parador de los Reyes Católicos que abruma por su belleza y por el peso de la Historia, Jacobo Rey Sastre, director general de Familia, Infancia y Dinamización Demográfica de la Xunta de Galicia, recuerda a los peregrinos la necesidad de la solidaridad, que "llega donde no puede hacerlo la Administración"; que el gallego "celebra y acoge", y que "el que vive el Camino, siempre repite".
Por la tarde, el arzobispo Francisco Javier Prieto Fernández, que triunfó en un encuentro anterior al asegurar que "solo se viaja más rápido, pero juntos se llega más lejos", muestra la calidez y la cercanía del pastor, y el sentido del humor del que se siente cerca de Dios. Nos pide que trabajemos, no solo que recemos, por la paz, tan necesaria, tan lejana por la estupidez humana.
En la homilía de la Misa del Peregrino demuestra su conocimiento del seguro, con la póliza del Perpetuo Socorro, y también de su labor social. Y pone deberes: "sigamos caminando después del Camino" para poder disfrutar de su magia y de su espíritu. Rogando, pero con el mazo dando.
En sus peticiones al Apóstol (y también en la cena que clausura la VIII edición), el presidente de Cojebro apunta en la misma dirección: compromiso para aliviar a los que sufren, salud para volver a seguir dando pasos por los demás, para renovar la esperanza y mirar el futuro con ilusión, lo que requiere encontrarse con uno mismo en esas rutas interiores, mágicas, casi místicas, que ofrece el Camino. Y también nos pone tareas, el 20 de noviembre, el encuentro Cultura y Seguro, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Por cierto, que en la cena, entre las entregas de placas, se produjo un milagro. Un sacerdote, Don Salvador, promete ser breve "para no hacer sufrir", y no solo cumple, sino que demuestra que se puede decir mucho con pocas palabras, y una mirada limpia que corroborra su cercanía a Dios.
En esta machacona tarea de subrayar que "la lllegada a Santiago no es el final, sino el comienzo de un nuevo Camino", me llega a la memoria un proverbio chino: “El viaje más largo empieza con el primer paso”, citado por Leonardo Padura en “Barrio Chino: el viaje más largo”.
Y varias citas de la Trilogía de los Tres Cuerpos, de Liu Cixin: "La esperanza es la virtud del caminante. Nos pone en marcha, nos abre horizontes, es sinónimo de perseverancia y constancia"; "No importa a dónde vayamos. El mero hecho de sentirnos de viaje es maravilloso”.
Pero sobre todo, uno de los himnos más hermosos de la liturgia cristiana, el 'Véni, Creátor Spíritus' atribuido al monje Rábano Mauro (s. IX), y que se canta o se recita en vísperas de Pentecostés, que culmina la Pascua con la invocación al Espíritu Santo.
"Véni, Creátor Spíritus mentes tuórum visita imple supérna grátia quae tu creásti, péctora" (Ven, Espíritu Creador, visita las mentes de tus fieles, llena de gracia divina los corazones que tú has creado).
"Accénde lumen sénsibus; infunde amórem córdibus, infírma nostri córporis virtúte firmans pérpeti" (Enciende la luz en nuestros espíritus, infunde tu amor en nuestros corazones, confortando con tu auxilio continuo la flaqueza de nuestra carne)
Que el Espíritu Creador guíe nuestros pasos por el camino de la vida, al menos hasta que nos encontremos en Fisterra del 17 al 25 de septiembre de 2026.
Buen Camino.