El libro recopila reflexiones del artista: «Sería muy difícil soportar nuestra memoria real y cruda, ¿no? El alma tiene una capacidad de sufrimiento limitada; para eso la memoria se convierte en recuerdo, ¿no? Y el recuerdo nos hace sobrellevarlo todavía mejor, porque hay gente que tiene que arrastrar recuerdos realmente terribles que, si no los modificara de alguna manera o se los arreglara, pues...".
"Yo creo que la nostalgia es una melancolía de baratillo, ¿sabes? A veces me lleno de melancolía, pero jamás recurro, o trato de no recurrir, a la nostalgia", confiesa.
"La vida es una puñetera combustión, y uno va quemando muchas cosas en este discurrir. Pero yo me siento bien, porque estoy bastante de acuerdo con todas y cada una de las cosas que me han ocurrido en la vida, con lo que he sido, y me llevo bien conmigo y mis circunstancias. No tengo recuerdos que me atormenten ni pasados que me amarguen. Tengo dolores, tengo heridas y, sobre todo, tengo ausencias. Esto es lo que seguramente más me pesa. En las ausencias uno también se va muriendo, porque se mueren argumentos, se mueren... Cuando la historia compartida deja de serlo, uno se queda huérfano. La vida es cabrona en esto; se nos va llevando. Nunca entenderé a la gente que insiste en pervivir o en persistir en seguir vivo, cuando lo que realmente nos da la vida —lo que hemos hecho con otros— va perdiendo sentido al quedarnos huérfanos de estos cariños", subraya.
"En general, los sueños se quedan siempre muy lejos de la realidad. Uno está aquí y los sueños están allá. Bueno. Pero yo no creo que haga falta subirse a ninguna atalaya para descubrir esto. Quizá el paso del tiempo, que es cabrón, en cuanto a todo lo que representa de deterioro de las cosas y de las gentes, pues es magnífico en cuanto al aprendizaje que te da. Yo sigo pensando aquello que decía Oscar Bonavena, aquel boxeador, que la experiencia es un premio que te regalan cuando ya estás calvo", confiesa.