07 Jun
07Jun

Miguel Ángel Valero

La transmigración, de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (AdN, 267 páginas), es un libro extraño. No sólo por su temática, sino también por su estructura, por la forma en que está escrito. No es una novela fácil de leer, sobre todo porque plantea cuestiones existenciales, estructurales: en un mundo en colapso, con cuerpos intercambiables, ¿qué define nuestra identidad?

Si apareciéramos en un cuerpo ajeno, ¿intentaríamos volver a casa, quizá a kilómetros de distancia, donde nadie nos reconocerá? ¿O buscaríamos esa otra vivienda que abre el juego de llaves de nuestro abrigo? ¿Quién nos esperará allí dentro? El abismo apenas comienza a adivinarse. Porque cuando te despojan de tu cuerpo, no solo te roban la identidad, también te arrancan tu vida, te separan de los tuyos y de todo lo que importa. ¿Dónde están tus hijos? ¿De quiénes son los niños que vagan perdidos por las calles? ¿De verdad son niños?

El directo de la Escuela de Imaginadores, autor del ensayo Una historia de la mentira, y de las novelas La capacidad de amar del señor Königsberg (también editada por AdN), El sueño del otro, El asesino hipocondriaco, y de los libros de relatos 88 Mill Lane, De mecánica y alquimia, El libro de los pequeños milagros, narra en 'La transmigración' cómo en un futuro distópico, las almas se transfieren de cuerpo en cuerpo sin control. Este fenómeno, conocido como transmigración, ha dinamitado el concepto mismo de identidad y ha sumido a la humanidad en el caos. En medio de éste, un protagonista sin rostro fijo y con una voz obsesiva tratará de entender qué está ocurriendo... y qué lugar le corresponde en esa nueva realidad.

El autor explora la cuestión de la identidad, el cuerpo, el alma, y los límites de la conciencia en un mundo donde nada es estable. La transmigración se convierte en el símbolo de una sociedad sin certezas, donde la fragmentación del yo es reflejo del caos global.

Juan Jacinto Muñoz-Rengel extrae oro de un cóctel de thriller, ensayo filosófico, ciencia ficción, literatura de ideas, tradición griega, pensamiento oriental, existencialismo, inteligencia artificial, humor, especulación, reflexión.

"La existencia está colmada de variables, infinitos factores sedimentados en capas y más capas que afectan la realidad en grado distinto", se lee en 'La transmigración'. También, que "no somos más que almas errantes, puntos de conciencia a la deriva. Una lechaza de polvo estelar recién eyectada en la marea de lo fortuito".

El problema es que "creamos unos dioses que nos invitaron a someter el mundo con violencia". Y "juramos obediencia a sus mandamientos dictados desde la tiniebla de su ceguera. Nos resignamos a seguir la inercia de sus reglas, y así fue como esquilmamos el planeta, exprimimos hasta su último aliento para mantener vivos a nuestros polifemos. Y la tierra nos dijo: antes de que el gallo cante, me oscureceréis tres veces".

El lector descubre que "la entera historia de la humanidad ha consistido en un intento de escapar a la muerte y a nuestra dependencia del cuerpo".

Pero también que el ser humano, cuando "se avecina una hecatombe de magnitudes incalculables", hará lo de siempre, "se encontrará haciendo lo que esté en su mano para mejorar la situación".

El problema es que "no has vuelto a sentirte dueña de tu vida desde que comenzó todo. Ni en el más mínimo aspecto". "Nada es estable y por eso necesitamos un propósito que perdure", aunque "¿por que siempre tienes esa necesidad de imponerte propósitos cada vez más elevados?".

La realidad es que el futuro "es una criatura indómita que relincha y se contorsiona, un animal sin cabeza, que nunca podrá ser visto", ya que "en el mismo instante en que lo tengamos delante, relumbrando como un punzón de acero frente a nuestras pupilas, ya se habrá transformado en presente. Y antes de que podamos comprenderlo o siquiera nombrarlo, en terco pasado hasta el fin de los tiempos".

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.