Miguel Ángel Valero
¿Quién será el próximo Papa? Mientras los cardenales se encierran en la Capilla Sixtina para dar inicio al cónclave, a Sportium, que se presenta como "la casa de apuestas líder en España", no se le ha ocurrido mejor idea que hacer públicos los datos de su mercado sobre la sucesión papal.
En un momento en que todo ocurre a puerta cerrada tras las paredes de la Ciudad del Vaticano, las apuestas ofrecen una mirada singular sobre cómo lo vive el público: entre intuiciones, expectativas y mucha curiosidad.
El interés global por este proceso no es casual. Tras el fallecimiento del Papa Francisco, 133 cardenales procedentes de 71 países se han reunido para elegir a su sucesor. Para que uno de ellos sea proclamado Pontífice, necesita reunir al menos dos tercios de los votos, 89. No es tarea sencilla, y por eso cualquier señal que apunte hacia un posible elegido se sigue con especial atención.
Según los datos recogidos hasta el inicio del cónclave por la casa de apuestas (sin detallar cómo los ha obtenido), estos son los nombres que más resuenan para ocupar la silla de Pedro:
Que la elaboración de esta 'quiniela' de papables, además de ser una frivolidad que puede ofender a más de uno (sea o no católico), no se ha hecho con mucho rigor queda evidenciado por un dato: aparece en la lista el español Antonio Cañizares, que en Sportium nombran "arzobispo de Madrid", cuando nunca lo fue, sino que lo ha sido de Valencia (de 2014 a 2022), y de Toledo , Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 2008 a 2014; fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española durante dos mandatos: 2005-2008 y 2017-2020.
El 'pequeño Ratzinger', como era conocido cuando fue nombrado por el futuro Benedicto XVI responsable para España de la Congregación para la Doctrina de la Fe (denominación actual de lo que en su momento fue la Inquisición), aparece con un 2,55%.
Precisamente Antonio Cañizares no ha acudido a las reuniones preparatorias del cónclave (al que no puede asistir al tener 80 años) por su delicado estado de salud. Por lo tanto, parece muy complicado que los cardenales voten como Papa a una persona tan enferma. Y no es el único en esa situación.
Según Sportium, "aunque no se trata de una predicción oficial, estos porcentajes reflejan qué perfiles captan más la atención del público. Influye todo: el peso en la Curia Romana, el origen, el carisma personal, e incluso el vínculo con el legado del Papa Francisco".
"Este mercado, que lleva semanas abierto, ha funcionado como un termómetro curioso del interés que despierta esta elección. Para muchos, es también una manera de seguir el proceso con una mirada distinta: desde fuera, pero no indiferente", añaden.
Frente a esas quinielas, hay que recordar la sabiduría popular y los 2.025 años de historia de la Iglesia: "Quien entra Papa, sale cardenal". Desde Juan XXIII (que necesitó 11 votaciones para ser Papa, cuando el que más sonaba para el puesto era Giuseppe Siri, que también fue, 20 años después y junto a Giovanni Benelli, el candidato supuestamente mejor situado para sustituir a Juan Pablo I, pero quien salió fue un desconocido cardenal polaco, arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla), solamente no se ha cumplido la máxima en dos situaciones: su sucesor, Pablo VI, y Joseph Ratzinger, el mencionado Benedicto XVI, que tomó el relevo del fallecido Juan Pablo II, y que finalmente renunció, abriendo la puerta al Papa Francisco.
Por cierto, en ese cónclave que ganó Ratzinger, el segundo más votado fue un tal Jorge Mario Bergoglio. En el cónclave que coronó al Papa Francisco, el que parecía mejor situado para el cargo era Angelo Scola, arzobispo de Milán. Otro que entró Papa y salió cardenal. Nunca es más cierto eso de que quien no conoce la historia está condenado a repetirla.
El papel del Espíritu Santo
En 1997, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y futuro Benedicto XVI, declaraba en la TV alemana: "El Espíritu actúa como un buen maestro, que deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos". Reconocía que "hay muchos papas que probablemente el Espíritu Santo no habría elegido".
"El papel del Espíritu Santo debe entenderse de manera más flexible. No es que dicte el candidato por el que se debe votar. Probablemente, la única garantía que ofrece es que nosotros no arruinemos completamente las cosas", señalaba, insistiendo en que no se trata de una inspiración automática ni de una voz que indique con claridad a cada cardenal a quién escribir en la papeleta, sino de una presencia sutil que ilumina la mente y el corazón del fiel para poder conocer, comprender y actuar según la voluntad de Dios.
En 1985, ya había afirmado que en las congregaciones generales previas al cónclave, "observas y escuchas. Luego, recibes una chispa. Y después, esta chispa se propaga en los sombríos pasillos del Vaticano".
Esto me recuerda un comentario de un cardenal español, ya fallecido, al que, cuando le preguntaron sobre el papel del Espíritu Santo en un cónclave, contestó con socarronería: "mucho sitio no parece que le dejen".