08 May
08May

Carlos Balado

profesor de OBS Business School y director de Eurocofín

Las exportaciones e importaciones de bienes españoles están determinados principalmente por dos factores: la renta de nuestros socios comerciales y el precio de las exportaciones españolas con relación al de sus competidores, aunque las evidencias históricas muestran que son más sensibles a los cambios de renta que a los de precios. De manera que cuanto mayor es la renta de nuestros socios comerciales, mayor será la demanda de nuestros productos en el extranjero. Así, las exportaciones españolas crecen más si aumenta en un 1% el PIB de sus socios comerciales que si se reduce en un 1% el precio con relación a los productos de sus competidores.  

Sin embargo, y a pesar de que en la segunda mitad de 2023 se produce una desaceleración económica de nuestros principales socios comerciales, las exportaciones españolas de bienes superaron los 383.688 millones de euros en el acumulado de enero a diciembre, siendo el segundo mejor año de la serie histórica. Esta cifra se acerca al objetivo de llegar a los 400.000 millones de euros en exportaciones en 2027 establecido en la Estrategia de Internacionalización de la Economía Española 2017-2027. España incrementó un 42% el número de exportadores regulares durante el periodo 2010-2020, con empresas que lo hicieron de forma ininterrumpida durante al menos cuatro años (estas compañías fueron responsables del 94% de las exportaciones de bienes españoles sólo en 2020). Probablemente fue fruto del intento de abrir nuevos mercados globales para compensar la caída de ventas domésticas durante la Gran Recesión. En 2023, nuestra exportación regular creció un 1,7%, acumulando un incremento del 27% desde 2010. 

Los sectores que contribuyeron positivamente a la tasa de variación anual de las exportaciones en 2023 fueron el del automóvil (contribución de 2,4 puntos), bienes de equipo (contribución de 1,8 puntos) y alimentación, bebidas y tabaco (contribución de 0,8 puntos), sectores dinámicos que alcanzaron máximos anuales con claros superávits. El 62,7% de las exportaciones españolas tuvieron como destino la Unión Europea. De hecho, en el último año las ventas en nuestros principales mercados europeos (Alemania, Italia o Polonia) han alcanzado cifras récord, así como en Reino Unido, Marruecos y Turquía. Pero cabe destacar que también hemos aumentado nuestras ventas a Oceanía (8,7%) y América Latina (8,1%). 

El continuo crecimiento de la base exportadora es el resultado de una mejora de la competitividad de las empresas españolas, así como de una reducción de las importaciones. El superávit se debe a una caída del históricamente gran déficit en la balanza de bienes y al aumento del superávit en la de servicios. Pero sobre todo a un cambio cultural en las empresas españolas que perciben cada vez más los mercados exteriores como su hábitat natural. Esto ha hecho que los exportadores puedan salvar empleos, permanecer más productivos y tener más probabilidades de sobrevivir. 

Todo ello beneficia a la economía española, que parecía destinada a que el sector exterior estuviera en permanentes números rojos. La entrada neta de divisas aumenta las reservas internacionales y permite invertir en el exterior, mejorando así la capacidad de financiación del país. Los superávits comerciales registrados de forma sostenida desde 2012 han supuesto un alivio frente a una situación compleja generada durante la década anterior al estallido de la burbuja inmobiliaria, transformando a una economía con necesidades de financiación exterior enormes, que alcanzaron el 10% del PIB en 2007, a otra con capacidad; y contribuyendo a compensar el desequilibrio exterior y a saldar parte de la deuda privada acumulada en los años anteriores. Un factor clave ha sido la capacidad de las empresas españolas internacionalizadas para conservar sus relaciones comerciales durante los años de mayor incertidumbre. De hecho, la base exportadora ha crecido de forma sostenida en los últimos años alcanzando las casi 44.000 empresas exportando de forma regular en 2023. 

No obstante, la capacidad de crecimiento de la economía española en los próximos años se verá muy condicionada por un conjunto de retos estructurales de gran envergadura que afectarán a su competitividad: un mayor impulso a la productividad, la reducción de la elevada tasa de paro estructural en el mercado de trabajo, el incremento del tamaño de las empresas, la reasignación de los recursos productivos entre sectores y empresas y la promoción de la inversión en capital físico y tecnológico y de actividades de innovación; sin olvidar la mejora de  la calidad y la confianza en las instituciones españolas y el refuerzo de la sostenibilidad de las cuentas públicas.

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